sábado, 18 de abril de 2009

Más lecturas

El espejo en el espejo, de Michael Ende: Es un libro de relatos (surrealistas), y como tal, hay partes que gustan más que otras. Además, aunque al principio no lo parecza, las historias tienen una cierta relación unas con otras. Pues eso, que yo creo que es para leerte un relato al día y pensar en él. Y que por lo menos a mí hubo un par de ellos que me encantaron.

Posdata: te quiero. Es una novela romántica, pero muy divertida, tiene trozos tristes y trozos en los que no paras de reir, por lo que me gustó bastante. Después de leerla me enteré de que habían hecho la película, y cómo no, la ví. Y he de decir que me decepcionó bastante. Me parece mil veces mejor el libro, sobretodo la historia, que en la película es prácticamente otra.

Donde termina el arco iris. Otra romántica. También tiene sus trozos cómicos y es fácil de leer, pero aún así me gustó más la anterior. Está escrita en forma de notas, cartas, mails... lo que hace que se pueda leer rápido. Pero hay veces que la historia se vuelve un tanto lenta.



Veronika decide morir. Es un libro... extraño, no sé como definirlo de otra forma. Te hace ver las cosas más simples de otra manera, pensar en las cosas absurdas que hacemos todos los días porque creemos que son normales. y sobretodo, te da ganas de disfrutar de la vida, de no dejar pasar algunas oportunidades.

viernes, 17 de abril de 2009

Lecturas

Encanto fatal, de Melissa Marr: bueno, había visto algo sobre este libro antes de leerlo, y la verdad es que no llegó a ser todo lo que esperaba. Una historia de fantasía, con hadas, una bruja malvada y un príncipe bastante cargante, a partir de ahí se me hizo un poco... insensible.


Wicked: memorias de una bruja mala. Es un libro largo, pero merece la pena, o eso me pareció a mí. Es más o menos una versión de 'El mago de Oz' en el que se intercambian los roles, ya que en el libro, el Mago es el malo, mientras que la protagonista es la bruja mala del oeste. Es un tanto filosófico y eso hace que la historia vaya un poco lenta, pero no deja indiferente.

Gothika: una historia de vampiros, o más bien de una vampiresa (lo siento, pero me suena mejor que vampira) en concreto. No es nada del otro mundo, pero está bien, la historia es entretenida y digo yo que algo aprendes.

sábado, 11 de abril de 2009

Viaje a las estrellas

- ¿Qué es lo que deseas?- le preguntó el duende a la niña.
- Quiero viajar a las estrellas- contestó ella sin apenas pensarlo.
"Con los adultos siempre es más fácil" se dijo el duende, "Ellos tienen objetivos realistas, los niños siempre quieren cumplir sueños"
- Piénsalo bien, puede ser peligroso, eres muy pequeña para viajar sola, y más aún si el viaje es a las estrellas.
Pero ella no quería desistir, se paró a pensar un momento y, tras dibujar una sonrisa en su rostro, respondió.
- Vale, pues entonces quiero viajar a las estrellas y que tú me acompañes. El duende se quedó en silencio, no podía enviarla al espacio sin más, su poder no era suficiente; tenía que haber otra manera...De pronto, en su mente brilló una idea.
- De acuerdo, iremos a las estrellas, pero tendrás que esperar. Tranquila, yo te guiaré, y cuando estés preparada para el viaje volveremos a vernos.
La niña se quedó contenta. Aunque había desaparecido, los duendes no mentían; estaba segura de que algún día lograría ver las estrellas de cerca.

* * *

- ¿Qué estás haciendo? No querrás llegar tarde, ¿verdad?
De pronto ella bajó de su nube, todavía sorprendida por todo lo que acababa de recordar. Su madre volvió a interrumpir sus pensamientos.
- ¿Qué pasa? No me digas que te arrepientes.
- No, es sólo... he recordado una historia de cuando era niña, algo sobre un duende al que tenía que pedir un deseo.
- Bueno hija, seguramente te la contó tu padre, te pasabas el día pensando en magia y duendes; en eso y en viajar a las estrellas.
- Al menos eso no ha cambiado.- No pudo reprimir una sonrisa, ya no era aquella niña y por supuesto, no creía en duendes; pero no recordaba que su padre le hubiese contado esa historia, de hecho, no recordaba que nadie se la hubiese contado.
Dejó sus pensamientos a un lado y entró en el coche. Le esperaba un gran trabajo, había logrado s sueño, tras muchos años de esfuerzo era astronauta. Cerró la puerta del coche y se encaminó hacia el gran edificio blanco, por fin había llegado el gran día, su primer trabajo de campo, su primer viaje a las estrellas.

lunes, 6 de abril de 2009

Días como periodista

Prólogo:

Recuerdo el día que terminé la carrera, estaba tan feliz por ser al fin periodista… Nada me hacía pensar que acabaría aquí, trabajando como masajista en un spa. También recuerdo el día que me dieron mi primer trabajo como reportera, para un programa de documentales; la emoción de tener un sueldo, las caras nuevas… tampoco imaginaba que cinco meses más tarde todo se habría vuelto gris. Tres años después de aquel día en el que acabé periodismo, y dos y medio más tarde de encontrar mi primer trabajo, mi vida ha cambiado totalmente, cambié de trabajo, empecé de nuevo, y he luchado por olvidar mi época como reportera. Pero una llamada de teléfono ha reavivado todos esos recuerdos, los cuatro meses y medio que fui periodista.




Hacía cerca de medio año que había dejado la universidad, como todas las mañanas, encendí mi portátil en busca de un trabajo; la diferencia la marcó una llamada, era de uno de los lugares donde había entregado mi currículum, querían que fuese a una entrevista. Una semana más tarde, me volvieron a llamar, tenía trabajo como periodista, en un programa de reportajes y documentales.

Todo era nuevo para mí, un montón de caras nuevas y miles de ilusiones; pronto descubrí que no era la única que andaba perdida en la recepción, había otro chico nuevo, y al otro lado de la sala había otras tres chicas, dos gemelas rubias y una chica morena que parecía unos años mayor que los demás.

Nos reunieron a todos en una sala hasta que llegó la mujer que nos había entrevistado. Descubrí que las gemelas se llamaban Ana y Andrea, el chico, Carlos; y la chica morena, Pilar, era tres años mayor que los demás. Además ella y Ana eran cámaras, mientras que Carlos, Andrea y yo nos encargábamos del montaje y demás.

Durante las semanas siguientes nos dividieron, íbamos con otros compañeros, más veteranos a grabar los programas. Yo estaba en un grupo con Pilar, y las gemelas iban con Carlos. Aun así, nos reuníamos todos a menudo, como grupo de amigos.

La sorpresa nos llegó después de Navidad, se iba a grabar un programa en un pequeño pueblo de los Pirineos, hasta ahí todo normal; la alegría vino cuando dijeron los nombres de los integrantes del equipo; habíamos conseguido la suficiente confianza para ir los cinco en el mismo grupo. Grabaríamos el documental juntos.

Llegó el día de partir, llevábamos una furgoneta de seis plazas y un considerable espacio de carga, algo vieja pero resistente. Metimos el equipo en la parte de atrás y montamos. Conducía Carlos, y a su lado iban las gemelas, en los asientos traseros íbamos Pilar y yo. El viaje no se hizo demasiado largo y por fin llegamos al pueblo.

Pronto encontramos la pensión donde nos alojábamos, me llamaron la atención las miradas de la gente, denotaban una mezcla entre sorpresa y preocupación al vernos; era lógico, pensé, en un pueblo tan pequeño los forasteros no debían de abundar, y podía preocuparles que diéramos una mala imagen del lugar. Al menos, eso pensaba yo entonces.

Nos acogieron bien, eran en su mayoría personas mayores, que habían vivido allí siempre; nos trataban como si fuésemos sus hijos, siempre cariñosos y atentos, y sobre todo, preocupándose por nosotros.

Los dos días siguientes nos dedicamos únicamente al rodaje, apenas pisábamos el pueblo, sólo para dormir. Tuvimos suerte, o eso pensamos, teníamos dos cámaras, y enseguida conseguimos los planos deseados de la fauna, la flora y los verdes paisajes del lugar. Aquella tarde volvimos al pueblo con una sensación de total satisfacción, sólo quedaba montar y todavía teníamos dos días de estancia.

Pedimos a Manuel, el dueño de la pensión que nos enseñara el pueblo; al principio no parecía demasiado entusiasmado, pero finalmente aceptó, aunque tengo la impresión de que hubiese accedido a cualquier petición que hubiésemos hecho.

Recorrimos el pueblo, parando para ver mejor la iglesia y las casas más antiguas. Había algo extraño en las estrechas calles, demasiados coches para tan pocos habitantes. Los demás también se habían percatado, al acercarse a uno de los que parecía, llevaban más tiempo parados, Ana se dio cuenta de que tenía agujeros por todo el parabrisas; vimos que había un par de coches más con esa particularidad. Le preguntamos a Manuel por las causas y todo se volvió extraño, su gesto cambió, se volvió intranquilo y el ambiente se puso tenso; nos contestó que habrían sido los chavales del pueblo tirando piedras y nos hizo volver apresuradamente a la pensión.

Después de cenar nos reunimos los cinco en una habitación, estuvimos jugando a las cartas hasta que Pilar nos propuso algo, todavía recuerdo sus palabras exactas: <<¿Y si ampliamos el reportaje? Todavía tenemos dos días, podríamos seguir grabando, en el pueblo, como una segunda parte… Pensadlo, quizás a los jefes les guste y seguro que atraeríamos algo de turismo a esta zona…>>

Al principio nos sorprendió la idea, pero después del discurso pronunciado por Pilar estábamos dispuestos a hacerlo. No teníamos nada que perder, o eso creíamos.

A la mañana siguiente nos reunimos para desayunar antes de salir a grabar. Les contamos a Manuel y a su mujer el plan del día y noté como intercambiaban una mirada de preocupación, pero nos marchamos antes de que pudiese preguntar el motivo.

Tomamos varios planos de todo el pueblo desde diferentes lugares, así como de las iglesias, patios fuentes y demás construcciones que creímos oportuno. En aquel momento me pareció una tontería, pero cuando entramos en la pensión creí percibir una oleada de alivio que se extendía por todos los rostros allí presentes.

Era el último día que pasaríamos allí y fuera había una densa niebla, por lo que intentar sacar un buen plano de algo era una misión imposible, las gemelas dieron con la solución, podríamos entrevistar a la gente del pueblo sobre su historia.

Por lo general, se escondían al ver las cámaras y ninguno aceptaba responder a nuestras preguntas. Por fin, dimos con un hombre que parecía inmensamente anciano, pero que aceptó concedernos unos minutos delante del micrófono.

Sus respuestas fueron enigmáticas desde el principio, y al preguntarle por la historia del pueblo comentó que tenía “partes oscuras”; cuando le preguntamos por ellas nos contó la historia de un loco que vivía en el pueblo y que en un arrebato, había acabado con la vida de cinco vecinos que acababan de instalarse en el pueblo. Todo el mundo sabía del asesino, que siguió viviendo allí, pero nadie investigó en un lugar tan pequeño.

Ya de vuelta en la pensión, los dueños aceptaron hacerse un poco de publicidad, aunque no parecían muy convencidos. La cena fue especial, a la mañana siguiente volvíamos a casa.

Por fin cerramos el portón trasero de la furgoneta, ya estaba dentro todo el material, sólo faltaba la cámara que llevaba Pilar, habíamos decidido grabar nuestra furgoneta alejándose como final del reportaje. Subimos, conducía Carlos, Ana y Andrea iban delante, yo iba sola detrás, a la espera de que montase Pilar.

La calle estaba en pendiente y la furgoneta comenzó a descender, entonces le vi. Un hombre relativamente joven que, estaba segura, no había visto antes; tenía una mirada extraña y llevaba un folio en la mano. Quise abrir la ventanilla y decirle a Pilar que montase, ya buscaríamos otro modo de terminar el documental. Pero en el momento en el que alcancé la ventanilla, el hombre ya estaba junto a Pilar; vi como sacaba un arma, y como disparaba a mi sorprendida amiga. Intenté gritar, pero apenas solté un aullido ahogado, dos disparos resonaron. Carlos hizo una maniobra rápida y dio media vuelta, sin ser consciente todavía de lo que estaba pasando.

Pasamos al lado del lugar donde yacía tirada Pilar, vi a Carlos intentando abrir la puerta, pero entonces volvimos a escuchar disparos, pero esta vez atravesaron los cristales de la furgoneta. Teníamos que huir. Carlos volvió a su posición de conductor y aceleró, el hombre nos seguía, disparando. De repente la furgoneta frenó. Me sorprendí al comprobar que podía abrir los ojos, seguía viva; miré al frente, la calle estaba cortada, el loco se acercaba apuntándonos. Conseguí gritarle a Carlos:

- ¡Tienes que dar marcha atrás!

- Le atropellaremos…- murmuró con una voz entre confusa y desconcertada.

- ¡Ha disparado a Pilar!- repuse. En ese momento se me quebró la voz.

Con un acelerón salimos disparados hacia atrás, escuché otro disparo, y después, el impacto de un cuerpo contra la parte trasera de la furgoneta.

Nos encontrábamos a pocos metros de la pensión, Manuel y su mujer salieron al oír nuestros gritos, conseguí salir de la furgoneta, y ayudé a que salieran las gemelas; una de ellas, Andrea, estaba inconsciente, una de las balas la había alcanzado, entre Ana y yo la tendimos en el suelo. Escuché a la dueña de la pensión murmurarle a su marido.

- Te dije que volvería a pasar. Habían tenido demasiada suerte hasta ahora.

¿Qué estaba pasando? Comencé a recordar detalles de nuestra estancia, algunos en los que ni siquiera había reparado antes: las miradas de preocupación de los vecinos, su manera de consentirnos todo lo que queríamos, que ahora me recordaba al trato que se le da a una persona que es consciente de que va a morir; la historia que nos había contado aquel anciano, los agujeros redondos en las lunas de los coches, exactamente iguales a los que ahora tenía nuestra furgoneta… Todo iba bien, y ahora Andrea estaba inconsciente, Ana lloraba a su lado, y Pilar… reprimí una arcada al pensar en ella, había muerto, la habían asesinado. Todo se volvió confuso, sólo recuerdo que pude ver el folio que llevaba en la mano el asesino, decía: “ADIÓS A LOS REPORTEROS, UNA VEZ MÁS NUESTRO PUEBLO PODRÁ VIVIR EN PAZ”

Hoy mi vida es totalmente diferente, tengo otro trabajo y nuevos amigos. Pero una llamada de Carlos ha reavivado mis recuerdos. Hoy nos reuniremos de nuevo, todos menos Pilar. Andrea tiene secuelas cerebrales y Ana no se separa nunca de ella; ninguno hemos conseguido superarlo totalmente.

El motivo de nuestra reunión, paradójicamente, es un reportaje sobre aquel pequeño infierno de los Pirineos. Unos periodistas han decidido ir allí para contar nuestra historia. Todos han vuelto a sus casas, tuvieron más suerte que nosotros.


PS: Aquí está lo prometido, después de una treintena de años o así :P