Nunca hablo de política. Quizás es una herencia familiar, recuerdo cómo de pequeña habré oído tantas veces un "niña, tú no digas de cuál eres" de mi abuelo, aunque supongo que muy efectivo no era, mayormente porque yo no tenía ni la menor idea de "de cuál era".
A veces pienso si este mundo será tan malo como para tener que andarse con cuidado en estas cosas, otras, me conformo pensando que simplemente es la rutina que ha quedado en aquellos que vivieron otros tiempos.
El caso es que nunca me había sido demasiado difícil evitar el tema, más que nada, porque yo nunca había pintado nada en él, ni voz ni voto, nunca mejor dicho.
Y ahora que me quedan tres días para estrenar democracia sigo como cuando niña, que no sé "de cuál soy" porque me niego a ser de nada y porque por suerte, tuve grandes profesores de filosofía que me enseñaron lógica, y aunque la pre-campaña pase, desde mi burbuja no se ve.
Pero ahora sé de verdad que algo está mal, que si no lo era ya, el mundo sí que se está volviendo peor, y me da mucha pena, me da mucha pena que quien siempre lo tuvo claro y me aconsejó no contarlo, hoy tenga que preguntarse de quién es realmente.