La primera vez que vi la tristeza en sus ojos no pude sino quedarme callada. Fue por aquel amigo con el que compartió un sueño y seguramente muchas otras cosas en su juventud, y al que poco después ese mismo sueño se llevó para siempre de la manera más tonta. Pude ver la pena en su mirada y noté como las palabras se agolpaban en un nudo en su garganta que no dejó pasar nada más que un "ya ves..." venido desde lo más profundo de la nostalgia.
Tuve miedo de que aquel pilar inamovible que lo había aguantado todo con firmeza, sin una sola grieta ni el más mínimo temblor, pudiese también quebrarse con según que golpes certeros.
La última vez que vi esa expresión, era yo la que había dado el golpe, y en lugar de devolverlo él lo encajó, aguantando todos aquellas cuchilladas húmedas de lágrimas que le lanzaba, intentando aparentar la misma solidez de siempre, pero con esa mirada que hace poco comprendí, es la que se te pone al saber que le has fallado a alguien que te importa.